Por Socorro González Guerrico

Una excelente y estremecedora película nos conmovió hace pocos años. Narraba la lucha de varios pescadores temerarios contra la furia desatada de varios frentes de tormenta que terminaban por encontrarse. El resultado era la destrucción completa de hombres y barcos que terminaron en el fondo del mar. Una metáfora ominosa de la actual situación argentina.

Parece imposible que se siga dañando al país de la forma en que lo hacen estas autoridades. Todo se vuelve del revés en manos de personajes tan malignos como los que nos ha tocado en desgracia. Las especiales circunstancias mundiales que favorecen el comercio y las exportaciones planean sobre nosotros pero nos abandonan en busca de otros horizontes más seguros y previsibles.

La inflación desatada que nos golpea otra vez, la corrupción invicta, los negociados como el del tren bala (¡y los que no conocemos!), la falta de seguridad, la droga omnipresente, una ferocidad fiscal que nos corroe hasta el límite de nuestras posibilidades sin recibir casi nada a cambio, todo este fenomenal asalto a la lógica y al bien común nos tiene a los argentinos al borde del colapso nervioso.

¿Qué hemos hecho para merecer tantas tribulaciones y tantos errores mayúsculos? No hay respuesta que satisfaga, solo queda rogar a los cielos para que desaparezcan los políticos populistas, errados, atrasados, corruptos e ineficientes que se han apoderado de la república y la han convertido en un trapo de piso universal.

Nuestro orgulloso país lleno de alimentos y recursos humanos de excelencia es ahora y desde hace más de setenta años, el último orejón del tarro entre las naciones que prometían a principios de siglo XX. Algunas de esas naciones son hoy ejemplo para emular: Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Chile, Brasil. Lástima que esa emulación se oriente hacia otros, a los más equivocados, corrompidos, empobrecidos y esclavos de tiranías.

Estúpidos vociferantes nos gobiernan y no somos capaces de dejar de votarlos. ¿Es que nadie se da cuenta de que el país les importa un bledo, que no permiten que las masas se eduquen y superen su tremenda ignorancia y que lo único que persiguen es el poder para incrementar su riqueza mal habida? ¿No tenemos gente inteligente, sensata, prudente y honesta que no aúlle improperios, que haya superado la maldita ideología de los años 70, que sepa qué hay que hacer para salir a flote, que no nos despoje, humille y manosee?

¿Cuánto más hay que esperar para acabar con la lacra del peronismo y otros populismos aún peores? ¿Alguien se puso a pensar que hubiera sido de la Argentina si hubiese nacido otro Pellegrini, otro Roca, otro Sarmiento? ¿Nadie heredó esos genes? El problema del campo despertó y unió voluntades mucho más que cualquier partido político.

Tal vez de esas voluntades salga nuestra salvación, porque pobres de nosotros si la tormenta perfecta explota sobre nuestras cabezas.

socorrogg@fibertel.com.ar

Gentileza en exclusiva para NOTIAR